jueves, 31 de enero de 2008

Macbeth y los samuráis



Llevo mucho tiempo pensando en cómo aprovechar mejor mis últimas vacaciones de cuatro meses, y, desde luego, no entraba en los planes sumergirme en el mundo de los blogs, bitácoras o cómo prefiráis llamarlo. ¿Alguien me puede aclarar cómo usar la palabra bitácora? Por ejemplo, en una conversación así casual en un bar ¿qué tendría que decir, que acabo de estrenar una bitácora o un cuaderno de bitácora? Al final diré blog, como todos, aunque me gusta más bitácora, como es esdrújula...

Volviendo al tema inicial de aprovechar bien el tiempo, os voy a resumir en número de tres mis intenciones: lo primero, volver a entrar cómodamente en todos mis pantalones; en segundo lugar, leer y, por último pero no menos importante, decidir qué hacer los próximos cuatro años.

El lunes, aprovechando el solecito, salí a correr (con la intención, claro está, de cumplir mi primer objetivo) en plan profesional, con mis playeros especiales para pies planos y mi mp3. Como no, se me había olvidado cargar la batería así que tuve que correr, o más bien caminar rápido, al ritmo de mis pensamientos en vez de al de la música de Miranda! (excelente grupo argentino de electro-pop). Fue ahí donde se empezó a cocer lo de errar públicamente. Así que me temo que mi segundo objetivo va a perder terreno frente a esta catástrofe. En fin, ¿tendré que empezar a madrugar?

Ayer pasé un rato muy divertido con Esther y su mundo, pero no os equivoquéis, que también leo libros sin dibujos.El tercer objetivo será sin duda el que más tiempo lleve, pero de momento no me preocupa... demasiado.

Y mientras me decido a acometer seriamente las misiones que yo misma me he encomendado, busco más cosas que hacer, aparte de entreteneros, claro está.

Ayer también fui a la Ópera, a ver Macbeth de Verdi. Poco sabía yo de esta obra, pero algunas cosas sí las tenía claras: eran ingleses (en realidad, escoceses) y moría mucha gente. Ya en la primera escena lograron desconcertarme: ¿Qué hacía Macbeth vestido de guerrero samurái? Consideré por unos segundos que en mi incultura estuviera tomando por japonesa algún tipo de armadura escocesa "de la época". Pero no, todos los demás guerreros (el coro) también llevaban trajes negros de estilo oriental.

El escenario era de tipo moderno-minimalista. El suelo negro, con tres huecos que se podían abrir para que los personajes subieran o bajaran en plan ascensor. Muy útil para los fantasmas y demás espectros infernales. El techo, un rectángulo de cristal oscuro que daba un poco el efecto de placa solar y que también se podía desplazar para hacer de pared. Otro elemento, para aclarar que estaban en un interior, era una especie de ventanal con cortina veneciana. Los tronos, una sillita de playa de las que ni siquiera tienen respaldo, que se ve que los escoceses eran muy austeros.

Los guerreros del coro lo mismo luchaban con Macbeth que contra él, sin moverse del sitio, lo cual podía llevar a error. Muy llamativa resultó también la metamorfosis de Lady Macbeth, que en el primer acto llevaba el pelo y el vestido negro, para que quedara claro lo pérfida que era, y en el cuarto, rubia y de blanco, tan cambiada que llegamos a pensar que se trataba de otro personaje u otra soprano.

Al final ni siquiera me quedó claro a quién coronaban Rey en la última escena.

La música muy bonita, todos cantaban muy bien... qué queréis, será que yo soy muy clasicota, pero hubiera preferido cotas de malla y leones rampantes.

miércoles, 30 de enero de 2008

Mi primer error

La primera vez que apareció la ventana de "error catastrófico" en la pantalla de mi ordenador me llevé un susto tremendo. Incluso me eché para atrás, pensando que iban a empezar a saltar chispas. Luego vi que con un simple clic se podía resolver esa supuesta catástrofe de dimensiones cósmicas y la impresión inicial fue sustituída por una mueca de desprecio.

Siempre he sido yo de las que piensan que para tener un blog o similar hace falta "ese punto exhibicionista" que a mí me falta. Sin embargo, aquí estoy, presentándome en sociedad. Y de ahí el nombre, que no lo hago por convencimiento, sino por esta nueva perspectiva que me dan las miles de horas desocupadas que tengo por delante, de aquí a mayo.
Intentaré no pillarme los dedos y tratar bien a las que se me ocurren que serán mis dos únicas lectoras asiduas: Trocotró y Orosia.
También dudo de mi capacidad de mantener un nivel medio de interés, así que aceptaré toda clase de sugerencias y colaboraciones.

Bienvenidos