Estas dos semanas han sido duras buscando piso en Sevilla bajo el sol abrasador. Mi alto presupuesto resultó no ser tan alto como yo pensaba. En cuanto empecé a ver pisos me di cuenta de dos cosas: 1) quería una vivienda digna; 2) tenía que aumentar el capital.
Cada día repasaba varias veces las páginas de “idealista”, “en alquiler” y similares hasta desgasta
r el dibujo de mi huella digital en busca del anuncio providencial. Hasta que un día apareció: “Apartamento Hotel Colón, plaza de garaje, 600 euros.” ¡Qué emoción! Sabía que el Meliá Sevilla y otros hoteles de la ciudad alquilaban apartamentos, pero no sabía que el Hotel Colón, de cinco estrellas, restaurado hace un año, sede de famosos, también tenía este servicio. “Claro, es que el nuevo hotel Colón es de Meliá, así que normal que alquile,” razoné. “Y qué bien de precio.” “Encima está al lado de casa, con lo que me gusta esta zona. Y el garaje tiene buena salida.”


¿Me darán llave del portal? No hay llave. Entraré por el hall de hotel, con su lámpara de araña y su alfombra roja, saludando al personal: “Buenos días, Dimas.” “Buenos días, señorita Orosia.” “¿Quién está hoy de noche? ¿Tú o Bautista?” Si vengo cargada con la compra Dimas o Bautista me ayudarán. Si voy a Santa Justa y necesito un taxi, Dimas o Bautista lo llamarán. Si alguien viene a verme a casa, Dimas o Bautista me lo comunicarán.
Conclusión, cuando la gente me pregunte: "¿Dónde vives?" Contestaré con voz de pija: “En el Hotel Colón.”