
Tiene el fuego algo de purificador y catártico que hace que sea el protagonista de cualquier ceremonia o rito que se precie. Muchas cosas han ardido a lo largo de la historia: Peter Ustinov quemó Roma, los inquisidores a unas cuantas brujas, y ahora, lo que más mola es quemar banderas y fotos del rey.
Pero este gesto en principio simple y contundente, puede entrañar a veces un grado de dificultad no apto para principiantes.
Pero este gesto en principio simple y contundente, puede entrañar a veces un grado de dificultad no apto para principiantes.

Hace un tiempo, durante las fructíferas manifestaciones contra la guerra de Irak, fui testigo de cómo se pueden complicar las cosas. Un chico se encaramó a lo alto de una farola con una bandera de EE.UU. en una mano y un mechero en la otra. Imagináos el frenesí de la masa enfervorizada, alzando las manos hacia él, gritando, chillando, volviéndose loca. El chico encendió el mechero y lo acercó a la bandera. La gente a punto de alcanzar el éxtasis. Y la primera lección del día: los tejidos sintéticos no prenden.
Nuestro protagonista no se desanimó e hizo varios intentos más, consiguiendo como único resultado agujerear el trozo de tela en varios puntos. El público empezaba a perder el interés, pero una mente preclara solucionó el problema impregnando de alcohol la bandera, que se desintegró en unos pocos segundos.
Nuestro protagonista no se desanimó e hizo varios intentos más, consiguiendo como único resultado agujerear el trozo de tela en varios puntos. El público empezaba a perder el interés, pero una mente preclara solucionó el problema impregnando de alcohol la bandera, que se desintegró en unos pocos segundos.
Tal vez ha llegado el momento de buscar otros métodos menos heroicos pero más eficaces, ¿no os parece?
Para la tranquilidad de los habitantes de Oviedo, os diré que de momento no corremos el riesgo de acabar como Troya. La semana pasada, Error estaba en su habitación, consultando compulsivamente el listado de especialidades médicas en la página del Ministerio de Sanidad y Consumo, cuando un ruido insistente la despegó de la pantalla del ordenador. Asomose a la ventana y pasmose al ver el revuelo formado en su calle: dos coches de bomberos y una UVI móvil hacían sonar sus sirenas. En un momento se vistió y bajó a enterarse de qué pasaba.
Un amable vecino, cámara de fotos en mano (¿¿??¿¿??), le explicó lo sucedido:
- Nada, que se quemó una sartén.
Cara de incredulidad de Error.
Un amable vecino, cámara de fotos en mano (¿¿??¿¿??), le explicó lo sucedido:
- Nada, que se quemó una sartén.
Cara de incredulidad de Error.

- Se ve que empezó a salir humo de una ventana y nadie abría la puerta de ese piso, así que pensaron que alguien se había quedado pajarito con la plancha encendida. Llamaron a la policía, la policía a los bomberos, los bomberos a la UVI móvil, y cuando estaban a punto de echar la puerta abajo, salieron los dueños del piso diciendo que sólo había sido una sartén.
Toma ya, semejante despliegue por una sartén. Carbayones, no temáis, las fuerzas del orden velan por nuestra seguridad.
4 comentarios:
Qué orgullosa estoy de este post, de este blog, de esta autora, de estos comentarios, de las fotos por supuesto, y de esta ciudad tan limpia y segura en la que tú todavía vives y yo ya no, y gracias a la que, para cuando tú tampoco, podremos decir que siempre nos quedará Oviedo y sus ardores.
Jajaja, me alegro de que no hayas cancelado el blog y sigas alegrandome de vez en cuando el aburrido dia d trabajo:)aqui seguimos esperando a que la primavera se acuerde de que a finlandia tb tiene que llegar :) Un besito
"Llamaron a la policía, la policía a los bomberos, los bomberos a la UVI móvil..." Lo que se debe estar riendo el que se inventó lo del teléfono unificado para las emergencias 112, sí hombre, ese que eran una cerilla y no sé qué más (o la campaña no fue muy exitosa o mi memoria anda de viaje astral).
Aun así, recuerdo perfectamente el penoso episodio de la bandera en la calle Uría a la altura de Milicias. Lo recuerdo sobre todo porque pensé que hasta en lo revolucionario éramos provincianos y que eso en Ramala hubiera quedado mucho más lucido, dónde va a parar. Luego supe quién era el chaval y me lo expliqué todo.
Y de cutres nada, que ahí quedó el 34
Ann Hella, querida, qué bien saber de ti, empezaba a pensar que ardías en el infierno. ¿Quién era el chaval?
Efectivamente, el 34 ahí quedó.
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