domingo, 10 de febrero de 2008

Siguiendo la noticia

El tema de hoy viene por una campaña de publicidad sobre una nueva vacuna contra el virus del papiloma humano, que es un gran avance en la prevención del cáncer de cuello de útero. Me enteré de la citada campaña a través de otro blog, y ya no iba yo muy bien predispuesta después de leer la introducción previa al link. En realidad, cumple su objetivo con creces. Entre violines y monumentos, el que la vea se enterará de que hay una vacuna nueva y me dice La Experta que seguro que ganan premios y todo. No lo pongo en duda, pero reconozco que, la primera vez que la vi, me quedé con las cejas enarcadas pensando: ¿y esto es para informar de una vacuna o es un anuncio de la Cosmo?



Mi campaña de publicidad frustrada es la de los “death-proof jeans”. Os pongo en situación: Ce y Ca, intrépidas estudiantes de primero de medicina, piden permiso para ir al osario del cementerio de su ciudad a recoger material para el estudio de la anatomía humana (asignatura que se convertirá en su favorita y decidirán estudiar varias veces antes de seguir avanzando en su carrera). Ce, con unos guantes de fregar, camina sobre la montaña de huesos ante la alucinada mirada de Ca. Entre el horror y el hedor, una imagen quedará grabada en sus retinas para siempre: el cuerpo de un hombre con sus pantalones vaqueros intactos.


La publicidad y el periodismo son unos grandes desconocidos para mí, sin embargo debo ser un blanco fácil porque llevo años pensando en verde...

Es evidente que un periodista no puede ser un experto en todos los temas sobre los que escribe, pero la idea es por lo menos no soltar burradas.
Me contaba mi amiga la anatomopatóloga (y se me llena la boca al decirlo) que, en un par de autopsias de pacientes con cáncer, habían encontrado un tipo de ameba muy raro. Este hallazgo casual e inesperado fue muy comentado, lo suficiente como para aparecer en un periódico de distribución gratuita mañanera, algo distorsionado: “se descubre una ameba que cura el cáncer”.
El día de la lectura de la sentencia del 11-M me sentí fatal por reírme viendo el telediario (y por eso me acuerdo tantos meses después). Una valiente periodista se había desplazado al lugar de la noticia: la parada de taxis de la estación de Atocha (empezamos bien). Según ella, los taxistas estaban siguiendo la lectura de la sentencia fundamentalmente a través de los medios de comunicación. Me quedé muy sorprendida imaginando por qué otro tipo de medios podrían seguir la noticia, por muy taxistas que fueran, y además, ¿quién les pagaría la carrera?.

También se habla muchas veces de los testigos “presenciales”. ¿Se puede ser testigo sin estar presente o es que en la jerga periodística hay diferentes tipos de testigos? Podría ser, por ejemplo, un testigo normalito, estándar, el que pasaba por allí (y no lo pudo resistir): “Yo pasaba por delante del banco cuando un chico le robó el bolso a la señora, fue todo tan rápido que nadie pudo reaccionar”. El testigo presencial sería el que, además de estar presente, estaba especialmente atento: “Yo salía detrás de la señora cuando aquel chico le robó el bolso, tenía una mirada peligrosa y los ojos inyectados en sangre, seguro que estaba drogado... Intenté correr detrás de él, pero ya sabe, esta cadera, hace ya tiempo que me da problemas...” Este último testigo sería mucho más interesante desde el punto de vista televisivo y saldría varias veces en todas la cadenas contando, cada vez con más detalles, todo lo que ocurrió aquella mañana a la salida del banco. Esperemos que la pobre ancianita no hubiera ido ese día a cobrar su pensión.

Y así miles de ejemplos, pero qué os voy a contar yo que no haya dicho ya Lázaro Carreter. Menos mal que soy de ciencias y tengo excusa.

5 comentarios:

Esaque dijo...

Vosotras sí que sois chicas duras. Qué honor contar entre mis amistades con valentías del estilo. Todo un ejemplo.
Como periodista de medio pelo, debo añadir que yo ya me escandalicé en su momento con eso de los testigos presenciales, y por lo visto corre una leyenda entre los pasillos de las facultades de ciencias de la información que dice que también hay de otros tipos. ¿De cuáles?, ¿indirectos?, ¿espirituados? Ah, esa es la leyenda...

Anónimo dijo...

Espera, espera, resulta que hay un sitio en las ciudades en las que puedes ir caminando por montañas de huesos? eso que es la portada de un videojuego? "Ovieu"? se pueden llevar cámaras? qué hay que hacer o qué no hay que hacer para ir a dar con tus huesos allí? mueven los perritos la cola si pasas cerca?

A cambio a tanta pregunta te digo que los que proclaman ser impermeables a la publicidad suelen caer fácil. Yo me acuerdo hace años como mi padre decía que a él los anuncios no le hacían efecto y acto seguido estrujaba su lata de aquarius tal y como lo hacía el cachas del anuncio.

God is my witness.

Alejandro.

Anónimo dijo...

Si Ca y Ce fueran marionetas, pensaria que es una escena sacada de una pelicula de Tim Burton, pero no, eso "sucedio cerca de tu casa" como diria el humorista grafico Carlos. Por cierto, la cantidad de cosas que pasan cerca de nosotros y no son noticia, eso es discriminar a los "testigos presenciales" autenticos, los que nos enteramos de lo que realmente pasa. En mi modesta opinion, existe una gran pequeña secta de testigos presenciales que se van turnando para ir a los juicios o ser portada de revistas o programas de TV como el tristemente desaparecido Tomate. Ellos cortan el bacalao, lo se yo que los vi en persona, fui testigo de sus actos....

Orosia dijo...

Otro término periodístico reduntante: las antiguas pesetas.

Anónimo dijo...

Si hay una coletilla de los plumillas que me revuelve las tripas es "literalmente", llegué a oír cosas como que tales personas habían quedado "literalmente empapadas", no sé la pobre qué otro significado imaginaría para el término.

Y lo que me hizo sentir verdadera pena fue una reportera de TvE1 que decía a propósito de la nube de humo de un pozo minero incendiado que "la nube tóxica no reviste gravedad", lo que debió de dejar aliviados a muchos, a mí la primera, es terrible verles la cara de convencimiento mientras dicen tales barbaridades.